Vejez
Con el paso del tiempo, Lettuce comenzó a perder su frescura. Sus hojas, antes verdes y lozanas, se tornaron un poco más doradas, más suaves. Sin embargo, cada arruga y cada surco contaba una historia. Se retiró a una esquina tranquila del huerto, donde el sol la acariciaba con dulzura. Lettuce sabía que su tiempo se acercaba, pero lo aceptó con la dignidad de una hoja que ha vivido plenamente. Sus últimas palabras fueron: “No me llores, hazme ensalada”.